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Mucha agua ha corrido bajo los puentes de Coblenza, ubicada all� donde el Mosela desemboca en el Rhin. Al llegar llama la atenci�n una monumental estatua de Guillermo I.

A primera vista, Coblenza cumple con todos los clich駸 habituales sobre la marcialidad de la historia alemana: los caballeros de la 泥eutsche Orden� se establecieron en la confluencia del Rhin y el Mosela y bautizaron el lugar como 迭inc�n Alem疣�, 泥eutsches Eck�. All�, el emperador Guillermo I posa sobre su corcel de bronce y desde su estatua observa, altivo, los r�os que corren a sus pies.

Al otro lado del Rhin se levanta, amenazante, la fortaleza prusiana Ehrenbreitstein. Recuerdos de los tiempos de guerra, militarismo y estruendo de artiller�a. Sin embargo, Coblenza est� situada en un paisaje de suaves elevaciones, entre las colinas verdes de Eifel, Hunsr�ck, Taunus y Westerwald. En 1930, el escritor Kurt Tucholsky ya dec�a que el lugar era demasiado bello para el monumento del 迭inc�n Alem疣�, 砥n adorno de torta gigante�, un 杜ont�n de piedra deforme�.

Ser una base militar importante no s�lo trajo ventajas a Coblenza. Durante la Segunda Guerra Mundial, el destino llam� a la puerta de la ciudad como en la quinta sinfon�a de Ludwig van Beethoven: los bombardeos aliados la destruyeron casi totalmente. Y hablando de Beethoven: en la calle Wambach naci� Mar�a Magdalena, la madre del compositor.

Hoy aqu� se puede visitar la mayor exposici�n privada de mundo sobre Beethoven. Uno de sus contempor疣eos que m疽 lo despreci� fue el pr�ncipe Metternich, nacido en Coblenza en 1773. En un solo lugar, la nueva sede de la universidad, se puede seguir el paso de la historia. Donde antiguamente se daban �rdenes marciales, hoy se respira ciencia. Un antiguo cuartel alberga a estudiantes y profesores en Metternich, uno de los barrios de Coblenza.